La literatura menor de Gabriela Mistral y Victoria Ocampo:
la prosa epistolar y las alianzas”

Por Darcie Doll y Alicia Salomone
Universidad de Chile

Introducción

Este estudio surge de dos investigaciones distintas en sus orígenes: el análisis del discurso de mujeres intelectuales latinoamericanas y el estudio de los géneros menores como prácticas discursivas, en especial, la carta. El corpus de investigación incluía las producciones de dos escritoras latinoamericanas, Victoria Ocampo y Gabriela Mistral. Ellas, unían de punta a punta los temas antes mencionados y esa confluencia se transformó en punto cardinal de este trabajo.

Vinculadas por una larga relación epistolar y de amistad, explorar sus diálogos intertextuales nos permitió trazar un haz de conexiones en torno a  las relaciones estratégicas que, a través de los géneros menores, las mujeres establecen en nuestra cultura. De allí que nuestra entrada sea la prosa epistolar, que funcionará como punto de partida, centro generativo y conectivo, para estudiar sus prácticas discursivas en prosa.

            Las cartas, ensayos-testimonios, crónicas, entre otros,  se incluyen entre los géneros llamados menores por el canon institucional. Aunque la crítica últimamente retoma el estudio de estos géneros, conservan su carácter ambiguo y fronterizo (entre lo literario y lo no literario), especialmente las cartas privadas, a veces consideradas mero instrumento comunicativo. Jugando con el término menor, podemos asumir las cartas, recados y ensayos-testimonios, de Mistral y Ocampo, como prácticas / literaturas menores en el sentido de Deleuze-Guattari, para quienes, “una literatura menor no es la literatura de un idioma menor, sino la literatura que hace minoría dentro de una lengua mayor”[1]. Menor, entonces, desde lo marginal del estudio de la prosa y, en especial, la correspondencia de Mistral; y menor, en la minusvaloración que ha tenido la escritura de Ocampo; pero también menor, por el potencial contradiscursivo de estas prácticas frente al canon hegemónico mayor.

Desde esta mirada pretendemos evidenciar las relaciones dialógicas establecidas entre nuestras escritoras y la construcción de  referentes propios frente a las autoridades de una tradición privilegiadamente masculina. Asimismo, buscamos explorar la relación de Mistral y Ocampo con el ejercicio de la lengua, en el sentido de idioma, de idiolecto/habla y de generolecto[2], y su conciencia en torno a los géneros de discurso como praxis vinculada a esos idiolectos y generolectos. 

El corpus que trabajamos está compuesto por una serie de textos que Mistral y Ocampo se dedicaron a lo largo de muchos años; recados, testimonios, cartas publicadas y otras intercaladas en otros textos. Es de hacer notar que el epistolario completo de Mistral-Ocampo aún no ha sido publicado.

Las cartas y sus desplazamientos en Gabriela y Victoria

Considerando las cartas como forma discursiva, éstas se inscriben como un tipo de discurso “orientado al discurso ajeno” aunque, para Bajtín, “toda palabra (discurso) está dirigida a una respuesta y no se puede evitar la influencia de la palabra-respuesta anticipable”[3], dada la naturaleza dialógica del pensamiento. Ahora bien, las cartas incluyen  de modo composicional (Bajtín), o como programa, en otros términos, la respuesta anticipada del otro. El mismo Bajtín afirma que la forma epistolar es terreno propicio para la palabra ajena reflejada.

Esta relación dialógica está presente en las cartas de Gabriela y Victoria, pero no se trata sólo de un diálogo en la carta o entre las escribientes de las cartas. El diálogo atraviesa los distintos géneros y subgéneros discursivos a los cuales ellas apelan y los recorre estableciendo ecos, rearticulaciones y/o nuevas relaciones. En este dialogismo a distintos niveles se va construyendo lo que llamamos una alianza entre Gabriela y Victoria.

En el contexto de la producción de estas escritoras, las cartas constituyen una herramienta heterogénea y estratégica. Gabriela, que no escribió autobiografías, usó las cartas para inscribir un fragmentario relato autobiográfico que hizo y deshizo, varió y confundió continuamente. Victoria incorpora las cartas en sus testimonios y en su autobiografía como un continuum constitutivo de su textualidad. Las cartas son, para ambas, un elemento que une y conecta espacios, envía y recibe  noticias y, sobre todo, se instaura en instrumento de re-creación y creación del mundo propio y del prestado. Son también inscripción de la intimidad y la experiencia afectiva, amorosa, de amistad y afinidades de distinto orden. Con las cartas como herramientas, Gabriela tejió una red de alianzas intelectuales, profesionales y políticas, carrera diplomática, docente, red de publicaciones; Victoria armó relaciones intelectuales y editoriales en torno a la revista Sur.

Además de estos usos, las cartas de Gabriela constituyen un nexo fronterizo, a medio camino, entre la poesía, los recados, los artículos, como muestra el estudio de Grínor Rojo[4] y la crítica feminista de las últimas décadas[5]. Gabriela explica en un texto subtitulado “Recados”:

“Las cartas que van para muy lejos y que se escriben cada tres o cinco años suelen aventar lo demasiado temporal (...) y lo demasiado menudo (...). Y cuando además, se las escribe sobre el rescoldo de una poesía, sintiendo todavía en el aire el revoloteo de un ritmo sólo a medias roto y algunas rimas de esas que llamé entremetidas, en tal caso, la carta se vuelve esta cosa juguetona, tirada aquí y allá por el verso y por la prosa que se la disputan”.[6] 

M. Ester Martínez, en su trabajo acerca de los recados de Gabriela, destaca que exhiben un ejercicio de  recepción crítica literaria más allá de lo informativo,  mostrando, por ejemplo, un sentimiento especial hacia obras o personas y que también pueden ser considerados Manifiestos Críticos[7]. Más allá de este importante rasgo, los recados de Gabriela, como subgéneros, manifiestan un rasgo de mezcla, de heterogeneidad que involucra el traspaso de los límites entre lo considerado privado y lo público; en este sentido, se oponen al proyecto que enmarca por lo general al ensayo, desde la recepción epocal, como intento de dar cuenta de la verdad[8]. Evidentemente Gabriela se siente más cómoda para hablar desde recados, que desde formas canónicas.

En el caso de Victoria, las cartas funcionan en una profunda y consciente unidad con sus otros textos, inscribiendo relaciones generativas, en el sentido de dar lugar a artículos y viceversa, ser parte de lo testimonial. Y son objeto de reflexión, en el marco de su preocupación por la escritura:

“Cuando me pongo a escribir una carta, escribo en ella un artículo. Por esta razón, cuando escribo un artículo, escribo una carta”[9].

“En cuanto me dirijo a alguien (como en las cartas), en  cuanto no tengo mentalmente un interlocutor para contarle lo que veo, siento, observo, pienso, las palabras se me marchitan, pierden su color, ya casi no las distingo unas de otras... Yo no consigo articular mis sentimientos, mis observaciones, mis pensamientos, sino por el placer y la prisa de comunicarlos...”[10]

En “Gabriela Mistral en sus cartas” Ocampo polemiza con Ortega acerca de la genialidad epistolar que éste adjudicaba a la mujer, frente a la supuesta genialidad lírica del hombre:

“En el caso de Gabriela Mistral, gran aficionada a escribir cartas tanto como poemas, nos encontramos con las dos formas de genialidad. Una de ellas podada, más o menos; otra creciendo como selva tropical”[11].

Este texto, que inicia con referencias a Proust, Keyserling y Ortega, y una reseña biográfica de Gabriela, se va tiñendo con una extensa carta suya y con fragmentos de cartas de Mistral, que van marcando la ausencia-presencia del sujeto/destinatario epistolar[12]. El desplazamiento de la sujeto desde el ensayo clásico y las citas autorizadas, hacia una escritura más personal,  interior, mostrada por el cambio de tono y el énfasis en el dialogismo que implica incluir las cartas en el texto, la lleva a adentrarse en un relato emotivo e íntimo, amoroso y doloroso, lleno de melancolía y tristeza.

“¡Los duraznos y los higos de aquel año! Los veo, elegidos especialmente para ella y puestos en un canastito entre hojas de hortensias, cada mañana. Esas mañanas de la tierra, esas mañanas del mar que jamás volveré a compartir con Gabriela”[13].

¿Crónica, artículo, testimonio, o carta? Marta Gallo estudia los testimonios de Ocampo como crónica periodística. Señala que esas crónicas “se convierten en memorias autobiográficas” y advierte la frecuencia de la forma epistolar usada por la autora. Una estructura o forma de “mosaico” está presente en el texto, afirma Gallo[14]. La estrategia discursiva de Ocampo, el pasaje por distintos tonos, entre las citas y lo conversacional, ya la había entrevisto Gabriela en el recado en que la insta a abandonar a sus Maestros y dejarse arrastrar hacia su propia escritura:

“Las literaturas grandes que ella frecuenta, óptima en lo clásico y en lo moderno, le han dado, respecto al derecho de escribir y del texto literario, una especie de respeto supersticioso y un miedo parecido al que sentimos las mujeres y los niños hacia las maquinarias complejas y que probamos también ante carga de oro como el galeón español...”[15]

y luego,

“(...) nos trajo, a sus amigos, cierta alegría particular: la de verla soltarse de sus dos mil ataduras parecidos casi al ovillo copioso pero frágil, de lana blanducha, que formaban en torno de ella sus Maestros, los grandes y los menudillos.”[16].

Es notable la destreza que Gabriela exhibe, desde su posición frecuentemente adoptada de maestra o vieja sabia, en el empleo de estrategias que considera las más acertadas para moverse en el mundo predominantemente masculino de lo literario/intelectual. El primer libro de Ocampo, el ensayo De Francesca a Beatrice (1924)[17], le parece poco estratégico pues resulta:

“... imposible tocar ni un dedo del Dante sin que una bibliografía cordillerana se nos eche encima...”[18]

Aprovecha también para criticar al ensayo de manera punzante:

“Victoria se retardó bastante en esos meros forros del ser, ingenuos; por ejemplo, en lo ingenioso del género que le parecía el más suyo, el ensayo, el mero comento de los demás.”[19]

Por otro lado, insiste en que la experiencia de las mujeres para referirse a otras mujeres es un campo adecuado para que Victoria muestre sus méritos:

... en el segundo volumen de estos ‘testimonios’, por fin, como en las cortezas partidas de una fruta, asoma la almendra de su vocación, de su habilidad y su capacidad. En la ‘Emily Brontë’ está el rasgón que deja ver el núcleo”.[20]

Gabriela, desde su contexto, percibe ciertos géneros de discurso más favorables para las mujeres, en oposición a otros. A pesar de dar cuenta a veces de posiciones algo conservadoras y contradictorias respecto a roles de las mujeres[21], también hace manifiestas las diferencias sexo-genéricas en la escritura y con ello hace presente un discurso femenino que comienza a  contestar las codificaciones de la cultura masculina dominante, si bien no se alza aún como contrarrazón.

“Aunque resulte amarga y dura la poesía que hago me lava de los polvos del mundo (...). Tal vez el pecado original no sea sino nuestra caída en la expresión racional y antirrítmica a la cual bajó el género humano castigado, y que más nos duele a las mujeres por el gozo que perdimos en la gracia de una lengua de intuición y de música que iba a ser la lengua del género humano”.[22]

La pregunta por la relación entre escritura femenina y prácticas discursivas a que nos convoca el discurso de Gabriela, ha sido trabajada por la crítica contemporánea, estableciendo a veces relaciones esencialistas entre género sexual y discursivo que nos parecen extremas y ahistóricas[23]. Los géneros llamados menores, y todos los géneros, constituyen discursos que funcionan históricamente, no como plantillas predeterminadas, y así “conllevan dispositivos epistémicos y hegemónicos ineludibles” (Oyarzún) [24]. Como afirma Bajtin, la elección de la forma genérica incluye la voluntad o intencionalidad discursiva del hablante, el objeto (tema) que trata y la consideración del discurso del otro. Por otro lado, “La noción acerca de un determinado género discursivo es el que nos dirige en el proceso de discurso.” [25]

En este sentido, al considerar la asunción de los géneros menores por parte de las mujeres es necesario tener en cuenta varios aspectos. El carácter permanentemente fronterizo de estos discursos, entre la ficción y la realidad, entre lo considerado público y lo privado, y su carácter no-canónico[26], favorecen el desplazamiento estratégico de unas sujetos femeninas en el terreno de la cultura hegemónica mascultista. Estos géneros resultan estratégicos no sólo en el sentido literario canónico de “Bellas Letras” sino en el político, histórico y social[27]. Las mujeres inscriben un uso estratégico de estas prácticas discursivas, asunto más complejo que pensar en la sola expresión de la subjetividad o intimidad. No obstante ello sea lo más visible y no menos interesante, suele  enclaustrar en el ámbito de lo no-público la escritura femenina, adjudicándole unos territorios y vedándole u oscureciendo otros [28]. En otras palabras, no se trata de una relación esencial entre las mujeres y las cartas o los diversos géneros sino del uso, es decir, de las condiciones de producción y de recepción, y de los modos peculiares de cada género discursivo que permiten, o atraen hacia sí, las intenciones de los hablantes que, a su vez, determinan en la praxis a los propios géneros.

La lengua y sus usos

En nuestro contexto, la lengua en la prosa de Gabriela y Victoria es un aspecto esencial. Lengua en varios sentidos, como idiolecto-habla particular, como generolecto, como lengua menor frente a la lengua dominante, como oralidad-conversacional frente a lo letrado. Doris Meyer aborda el tema al comentar los usos de lengua extranjera que Gabriela le critica a Victoria:

“Es cierto, como Mistral dijo, que los problemas del lenguaje crearían conflictos para Ocampo como escritora, pero esto también era parte de lo que se podría ver como mestizaje de la cultura americana (...)”[29].

Nosotras proponemos invertir la relación: el mestizaje sólo como una parte del uso de la lengua en ambas escritoras. En Mistral, el uso del español en confluencia con lo americano es una preocupación explícitamente asumida. En Ocampo, funciona dentro de una contradicción que recorre toda su obra. No obstante, la reflexión sobre la lengua también va en otra dirección, relativa al uso y especificidad de las formas discursivas y a la incidencia del género sexual en la escritura (generolecto). En este sentido, el uso de esos géneros - subgéneros menores y heterogéneos - también es lengua y literatura menor frente a la poesía, el drama y el ensayo canónico masculino, como literatura y lengua mayor dominante.

Otro aspecto es la oralidad/conversacional como lugar o espacio de lo auténtico, propio, personal. Gabriela rescata la oralidad de una Victoria supuestamente tan “letrada”, en el contexto de la recomendación del uso del español, destacando la “conversación” y lo dialógico de lo privado u oralidad como parte de un generolecto femenino:

“El corte que ella hace en libros o en hechos al hablar, me parece magistral, porque deja visible el tejido íntimo, aunque para ello deba partir la cerrazón de la envoltura o del comento ajeno.”[30]

y más adelante:

“Era pues, algo de su conversación la que, al cabo de tanto vacilar, ella echaba sobre el papel, escribiendo los testimonios.”[31]

Ahora bien ¿desde qué lugar habla Gabriela? En su prosa, habla desde cartas y “recados”, dos prácticas discursivas propicias al dialogismo bajtiniano. El recado,  según se entiende en el uso común: una comunicación que envía un emisor a un destinatario por intermedio de un tercero, está idealmente atravesado y mediado por varias voces. En este sentido, para Gabriela, son textos en los que de alguna manera ella se inscribe como mediadora y portadora de una cultura, como la machi o anciana de la tribu. Los recados también son como cartas y llevan su lengua, su “dejo rural”:

“Yo las dejo en los suburbios del libro, fuora dei muri, como corresponde a su clase un poco plebeya y tercerona. Las incorporo con una razón atrabiliaria, es decir, por una loca razón como son las razones de las mujeres. Al cabo estos Recados llevan el tono más mío, el más frecuente, mi dejo rural en el que he vivido y en el que voy a morir[32] .

En  cartas y recados Gabriela asume ese carácter marginal, uniéndolos a las “locas razones de las mujeres”; una literatura menor, más conversacional, más propia, menos canónica. La lengua se tiñe de chilenismos, americanismos y vocablos del español castizo. Como dice Victoria:

“las palabras tiene como un sabor nuevo cuando ella las escoge y las pronuncia. (...) Los términos más engolados, más endomingados saben al pan nuestro de cada día cuando Gabriela se sirve de ellos, cuando se convierten en una parte de su voz. (...) De las palabras más castizas se levantan gorjeos que sólo pueden salir de la garganta de los pájaros americanos, (...) la península se ha convertido en nuestro continente.”[33]

En el recado a Victoria, Gabriela se llama a sí misma una “atarantada” y una atrevida dentro del “gran oficio” (la escritura-literatura), recurriendo a esa “su lengua” para referirse a su instalación en el campo intelectual. Así, en las cartas y recados asume un habla teñida de ruralidad y de lo popular - teñida y no específicamente rural ni popular - y  hace de la mediación entre la lengua española y americana/chilena un proyecto que tiene que ver con su americanismo pero también con su especificidad de género sexual. La oralidad/conversación se vincula también a la memoria como testimonio. Siguiendo su elogio del texto de Victoria sobre Emily Brontë:

“(...) comenzaba a ver delante su mucha y buena tierra de labor, despertaba al contacto de sus propios recursos: ella sabía escribir una vida ajena... Era natural; ella es dueña de una memoria de gente más cargada y rica que el toronjo en diciembre. (...) El museo de madera de Sao Paulo no contiene más muestra de leños ilustres y vulgares que documentos femeninos ilustres, vulgares o medianos lleva, llena de experiencia, Victoria Ocampo. El teclado del armonium que es el del género femenino es, en ella, de leguas, y ella se lo sabe tecla por tecla...”[34]

Documentos femeninos como memoria y experiencia que Victoria posee del género femenino, son parte de una apropiación y una estrategia, en nuestros términos. Desde allí se referirá a la complejidad que resulta del polilingüismo en Ocampo:

“enamorada del idioma que se codea con el latín paterno en cuanto a la perfección formal, Victoria ignora hasta hoy el mal casamiento que hace una apasionada mujer de verbo español, diciéndose en francés.”

... le opone

“Porque, realmente, la otra, la renegada, sigue viviendo al costado nuestro, como la barragana asida al amante; pero la esposa - o si se quiere, la Madre - está sentada a mitad de la vida y en el grito de alegría, ella es la que salta, dueña y señora de la garganta nuestra, como que ésta es de carne, y en cuanto a tal costumbre, tenaz y grave, manda y gobierna.”[35]

Gabriela, al contraponer: latín-paterno, francés-perfección formal, lengua prestada, frente a Madre-lengua española, parece conducirnos a la intuición de una diferencia en la lengua, como generolecto femenino, frente a otro masculino o masculinizante. Si a esto le unimos las consideraciones que hace acerca de los géneros de discurso (carta, recado), la consciencia de lo estratégico de su apropiación, así como la atención que da en las mujeres a la búsqueda de la autenticidad en la escritura, la oralidad y lo conversacional, podríamos afirmar que está presente la percepción de una diferencia en la escritura de mujeres. En el recado para doña Carolina Nabuco Gabriela dice:

“Usted ha usado su haber; a fuer de mujer sincera, no podía hacer otra cosa, y así es como el primer libro suyo que entra en mi sangre se halla cargado de su doble experiencia racial y femenina.”

“Este encantamiento estaba formado del gozo que produce siempre ver y palpar, en conversación, en actos o en libros, la madurez  de las potencias y hecho también de la avidez que produce en una mujer la expresión genuina de otra mujer”[36].

Si Gabriela parece más aguda en la utilización de ciertas estrategias y en la penetración en las sensibilidades del generolecto femenino sin proponerse un programa, Victoria posee la coherencia de un proyecto más consciente de género sexual y feminismo. La pregunta correspondiente a la anterior es ahora ¿desde dónde habla Victoria?

El polilingüismo es un eje que atraviesa toda su escritura. La Mistral la incita a acoger la lengua española y dejar las otras. Sin embargo, esta aparente infidelidad de Victoria y la asunción de la tríada francés-inglés-español, nos parece uno de los aspectos más productivos de su discurso. Ella hace de la incomodidad de las mujeres en la lengua, una manifestación textual. A veces en las cartas transita del español al francés para expresar lo emotivo o íntimo; en otras ocasiones, se desplaza al inglés para hacer un relato o poner en escena unos personajes[37].

La lengua de la expresión de su subjetividad, por largo tiempo, fue el francés, adquirido en su educación de infancia y en el que escribió sus primeras cartas. Beatriz Sarlo comenta cómo el francés servía para definir los límites dentro de los cuales las mujeres de la élite podían vincularse con el arte a comienzos de siglo; el francés no molestaba cuando era lengua privada escrita o semiprivada, como en las cartas que circulan entre varios, o en el género lírico. Sin embargo, señala Sarlo:

“cuando las mujeres de la élite pasaban del verso a la prosa pública y del francés no traducido a la traducción castellana, si no aceptan la tutela del matrimonio o la Iglesia, transgreden los límites del género en ambos sentidos de esta palabra bifronte” [38] .

Creemos que es posible leer el polilingüismo de Ocampo, junto con su afán de traducción y las marcas de clase, como parte del proyecto tras una lengua y una escritura propia, específicamente como una escritura de mujer. Esto que ella misma teoriza en su “Carta a Virginia Woolf” y que es el proyecto central de su escritura, asumida como feminista.

“Mi única ambición es llegar a escribir un día, más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer. (...) Pues entiendo que una mujer no puede aliviarse de sus sentimientos y pensamientos en un estilo masculino, del mismo modo que no puede hablar con voz de hombre.”[39] 

Woolf es una de las referentes preferidas por Ocampo; en ella encuentra ecos de inquietudes propias:

“Usted da gran importancia a que las mujeres se expresen, y a que se expresen por escrito. Las anima a que escriban all kind of books, hesitating at no subject however trivial or however vast (1). Según dice usted les da este consejo por egoísmo: Like most uneducated English women, I like reading - I like reading books in the bulk (2), declara usted. Y la producción masculina no le basta.”[40]

La apelación a las citas y a la tríada lingüística, además de inscribir la mezcla como realidad biográfica, constituye una estrategia que le permite a Victoria ser interlocutora en un campo masculino, es una treta de entrada mediante las voces autorizadas de la cultura, que pueden permitirle atrapar a su interlocutor e instaurar el dialogismo, uno de los ejes de su expresión. Como dice en 1936:

“Creo que, desde hace siglos, toda conversación entre el hombre y la mujer, apenas entran en cierto terreno, empieza por un ‘no me interrumpas’ de parte del hombre. Hasta ahora el monólogo parece haber sido la manera predilecta de expresión adoptada por él. (La conversación entre hombres no es sino una forma dialogada de este monólogo).”[41]

Pero más allá la estrategia de legitimación, la cita y los idiomas evidencian el dialogismo presente a varios niveles en su discurso: en el diálogo con la cultura patriarcal y también en el tipo de géneros de discurso que elige para instalar su praxis. Por último, el dialogismo también es clave en la intención de construir puentes con referentes femeninos en la escritura, cruzando culturas, idiomas, géneros.

Las alianzas  y las estrategias

Las estrategias paralelas de Gabriela y Victoria ante los poderes difuminados de la institución dominante y la cultura androcéntrica, expresadas en las cartas, recados, artículos y testimonios, confluyen en una relación de alianza, atravesada por sus proyectos escriturales como globalidad.

Victoria retoma el diálogo con Gabriela al menos en tres textos; todos respuesta al recado en prosa, a una conversación (la primera) cara a cara entre ellas[42] y a un recado en verso de 1938[43] (43). Agudamente Victoria recoge uno de los sentidos del recado: “destinado a ser cumplido”. Se escriben cartas en las que comparten preocupaciones íntimas, privadas y públicas. Un tejido se arma entre los textos, las charlas y las cartas, como forma paradigmática de una comunicación/práctica discursiva con tendencia clara al dialogismo.

La que llamamos alianza es personal e íntima pero también es una alianza intelectual que atraviesa la incómoda inserción de las mujeres en el campo cultural. En esta alianza de mujeres, Gabriela funciona como referente para Victoria, referentes que ella conscientemente busca acorde con su proyecto feminista. A la vez Gabriela también es mediadora con esa parte de América que Victoria no representa pero a la que no niega, la indígena. Finalmente, es una voz femenina percibida como autorizada en un contexto predominantemente patriarcal. Gabriela, al abordar la crítica de la escritura de la Ocampo, se sitúa a sí misma dando cuenta también de la precariedad del lugar de las mujeres. Construye su relación con Victoria, especialmente por la vía del afecto, la sensibilidad y los valores comunes que para ella son parte del ejercicio mismo de aquellos que se ocupan de la literatura, la sociedad y la cultura, en sentido amplio.

En su mutua relación, como en la mayoría de las alianzas de mujeres, suelen no disociar  afectividad, sensibilidades y conflictos comunes, temas epocales, construcción de referentes, ejercicio del pensamiento crítico, testimonios de discriminaciones de género, de sus particulares modos escriturales. En síntesis, se trata del establecimiento de relaciones dialógicas en las reflexiones de mujeres que escriben y que reflexionan acerca de su escritura, sea relativa a los discursos públicos y/o privados y, especialmente, de la existencia de un discurso de género explícito e implícito, diferente y complejo que da cuenta de la inserción problemática de las mujeres en el campo intelectual.

 

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Notas

[1] Deleuze, Gilles y Guattari, Felix. : Kafka. Por una literatura menor, Era, México, 1978, pg. 28.

[2] Kemy Oyarzún, remitiendo a María Jesús Buxó Rey, entiende generolecto como “la ideolectización lingüístico-antropológica del género sexual”. Ver: Oyarzún, Kemy “Identidad femenina, genealogía mítica, historia: Las manos de mamá”, en López-González, Aralia, Sin imágenes falsas, sin falsos espejos. Narradoras mexicanas del siglo XX, El Colegio de México, 1995, pg. 55.

[3] Bajtín, Mijail,  Problemas de la Poética de Dostoievski,  FCE,  México, 1986. Ver pgs.  254- 288.

[4] Rojo, Grínor, Dirán que está en la gloria... (Mistral), FCE, Santiago, 1997.

[5] Véase por ejemplo, la excelente recopilación de estudios: Una Palabra Cómplice. Encuentro con Gabriela Mistral, Isis Internacional, Casa de la Mujer La Morada, Santiago, 1989.00

[6] Mistral, Gabriela, en “Excusa de...” , pg. 975.

[7] Martínez S., María Ester, “Crítica Literaria en Recados de Gabriela Mistral”, en Taller de Letras, Nº 24 (Rev. de Literatura del Instituto de Letras - PUC), Nov. 1996, Santiago.

[8] El estudio del ensayo ha avanzado bastante en lo relativo a des/armar el carácter homogenizante  que se le atribuye, en el sentido de transmisión de grandes ideas políticas, sociales, culturales, literarias, etc. Véase, para el caso chileno, Cerda, Martín, La palabra quebrada. Ensayo sobre el ensayo, Santiago, 1986.

[9] Ocampo, Victoria, Carta a Tota y Pepe, 28.8.1946, en Cartas a Angélica... (1997), pg. 76.

[10] Citada por Doris Meyer, en “Letters and Lines of Correspondence in the Essays of Victoria Ocampo”, Revista Iberoamericana de Bibliografía, Vol. XLII, Nº  2, 1992, pgs. 233-4.

[11] Ocampo, Victoria, en “Gabriela Mistral en sus cartas” (1962), pg. 63.

[12] Violi, Patrizia,  “La intimidad de la ausencia: formas de la estructura epistolar”, en Revista de Occidente, enero 1987, Nº 68, Madrid, pg. 87-99.

[13] Ocampo, Victoria, “Gabriela Mistral en sus cartas” (1962), pg. 82. Victoria escribe este texto en 1957, meses después de la muerte de Gabriela.

[14] Gallo, Marta, “Las crónicas de Victoria Ocampo”, Revista Iberoamericana, Número especial dedicado a las escritoras de la América Hispánica. Julio- Diciembre 1985, Vol. LI, Núms. 132-133, pg. 680.

[15] Mistral, Gabriela, “Victoria Ocampo” (1978), pg. 50.

[16] Mistral, Gabriela, “Victoria Ocampo” (1978), pg. 53.

[17] Ocampo, Victoria, De Francesca a Beatrice, Revista de Occidente, Madrid, 1924.

[18] Mistral, Gabriela, “Victoria Ocampo”, (1978), pg. 52.

[19] Mistral, Gabriela, “Victoria Ocampo”, (1978), pg. 52.

[20] Mistral, Gabriela, “Victoria Ocampo”, (1978), pg. 53.

[21] Véase el artículo de Patricia Pinto, “La mujer en Poema de Chile: entre el decir y el  hacer de Gabriela” en Acta Literaria Nº14, 1989, Concepción, Chile.

[22] Mistral, Gabriela, “Cómo escribo mis versos” (1997), pg. 15.

[23] Véase, por ejemplo, la panorámica de Toril, Moi, en su  Teoría Literaria Feminista. Cátedra, España, 1988.

[24] Oyarzún, Kemy, “Identidad femenina...” (1995), pg. 63.

[25] Bajtín, Mijail, “El problema de los géneros discursivos”, Estética de la Creación Verbal,  Siglo XXI, México, 1990, pg. 271 “La intención discursiva del hablante, con su individualidad y subjetividad, se aplica y se adapta al género escogido, se forma y se desarrolla dentro de una forma genérica determinada.” Ibid., pg.  267.

[26] Ello, a pesar de la amplitud de los estudios sobre el testimonio latinoamericano y las autobiografías.

[27] Josefina Ludmer llama a este carácter estratégico “tretas del débil”. Ludmer, Josefina, “Tretas del débil”, en Ortega, Eliana y González, Patricia E., La sartén por el mango. Encuentro de escritoras latinoamericanas, Huracán, Río Piedra, 1984.

[28] En el caso de Ocampo puede señalarse una operatoria semejante, aunque inversa. Así, Janet Greenberg señala la necesidad de complejizar su imagen, atendiendo a las dos facetas (escritora y gestora cultural) que despliega en su actuación pública. La segunda, más conocida, suele opacar a la primera: la de la ensayista que produce una escritura testimonial e íntima; y ello impide, a su vez, visualizar ambas facetas en sus múltiples relaciones y articulaciones. Ver: Janet Greenberg, “A Question of Blood: The Conflict of Sex and Class in the Autobiografía of Victoria Ocampo”, en VVAA: Women, Culture, and Politics in Latin America. Seminar on Feminism and Culture in Latin America, University of California Press, Los Angeles, 1990, pgs. 130-150.

[29] Meyer, Doris, “La correspondencia entre Gabriela Mistral y Victoria Ocampo: reflexiones sobre la identidad americana”, Taller de Letras Nro. 24, (Rev. de Literatura del Instituto de Letras - PUC), Nov. 1996, Santiago, pg. 94.

[30] Mistral, Gabriela,  “Victoria Ocampo” (1978), pg. 54.

[31] Mistral, Gabriela,  “Victoria Ocampo” (1978), pg. 54.

[32] Mistral, Gabriela, en “Excusa de...” (1992), pg. 975.

[33] Ocampo, Victoria, “Gabriela Mistral y el Premio Nobel” (1946), pg. 178-179.

[34] Mistral, Gabriela, “Victoria Ocampo” (1978), pg. 53.

[35] Mistral, Gabriela, “Victoria Ocampo” (1978), pgs. 54-55.

[36] Mistral, Gabriela, “Recado para Doña Carolina Nabuco” (1978), pg. 57.

[37] Ocampo, Victoria, “Carta a Queridos”, 30.5.1930, en Cartas a Angélica... (1997) pgs. 42-49. Allí describe una visita al barrio de Harlem, Nueva York, en 1930.

[38] Sarlo, Beatriz, “Victoria Ocampo o el amor de la cita” en La máquina cultural. Maestras, traductores y vanguardistas, Ariel, Buenos Aires, 1998, pg 126.

[39] Ocampo, Victoria,  “Carta a Virginia Woolf” (1954), pgs. 104.

[40] Ocampo, Victoria,  “Carta a Virginia Woolf” (1954), pgs. 103. Traducciones de Ocampo: 1) “Toda suerte de libros, sin vacilar ante ningún asunto, por trivial o vasto que parezca.” 2) “Como a la mayoría de las inglesas incultas, me gusta leer... me gusta leer libros a granel”.

[41] Ocampo, Victoria, “La mujer y su expresión” (1936), pgs. 12-13

[42] En “Gabriela Mistral en sus cartas” (1962) Victoria reconstruye sus primeros intercambios epistolares (1925 y 1929), quejándose por la “mala costumbre” que tenía Gabriela de no fechar sus cartas. También se refiere al primer encuentro de ambas, en Madrid en 1930, y a la visita de Gabriela a su casa de Mar del Plata en el otoño de 1938.

[43] Mistral, Gabriela, “Recado a Victoria Ocampo en Argentina” (Tala), en Antología mayor. Gabriela Mistral. Tomo 1: Poesía, Cochrane, Santiago, 1992.