ELECTRA EN LA NIEBLA (1)


En la niebla marina voy perdida,
yo, Electra, tanteando mis vestidos
y el rostro que en horas fui mudada.
Ahora sólo soy la que ha matado.
Será tal vez a causa de la niebla
que así me nombro por reconocerme.

Quise ver muerto al que mató y lo he visto
o no fue él lo que vi, que fue la Muerte.
Ya no me importa lo que me importaba.
Ya ella no respira el mar Egeo.
Ya está más muda que piedra rodada. (2)
Ya no hace el bien ni el mal. Está sin obras.
Ni me nombra ni me ama ni me odia.
Era mi madre, y yo era su leche,
nada más que su leche vuelta sangre.
Sólo su leche y su perfil,
marchando o dormida.
Camino libre sin oír su grito,
que me devuelve y sin oír sus voces,
pero ella no camina, está tendida.
Y la vuelan en vano sus palabras,
sus ademanes, su nombre y su risa,
mientras que yo y Orestes caminamos
tierra de Hélade Ática, suya y de nosotros.
Y cuando Orestes sestee a mi lado (3)
la mejilla sumida, el ojo oscuro,
veré que, como en mí, corren su cuerpo
las manos de ella que lo enmallotaron
y que la nombra con sus cuatro sílabas
que no se rompen y no se deshacen.
Porque se lo dijimos en el alba
y en el anochecer y el duro nombre
vive sin ella por más que esté muerta.
Y a cada vez que los dos nos miremos,
caerá su nombre como cae el fruto
resbalando en guiones de silencio.

Sólo a Ifigenia y al amante amaba
por angostura de su pecho frío.
Y a mí y a Orestes nos dejó sin besos,
sin tejer nuestros dedos con los suyos.
Orestes, no te sé rumbo y camino.
Si esta noche estuvieras a mi lado,
oiría yo tu alma, tú la mía.

Esta niebla salada borra todo
lo que habla y endulza al pasajero:
rutas, puentes, pueblos, árboles.
No hay semblante que mire y reconozca
no más la niebla de mano insistente
que el rostro nos recorre y los costados.

A dónde vamos yendo, los huidos,
si el largo nombre recorre la boca
o cae y se retarda sobre el pecho
como el hálito de ella, y sus facciones,
que vuelan disueltas, acaso buscándome.

El habla, niña nos vuelve y resbala
por nuestros cuerpos, Orestes, mi hermano,
y los juegos pueriles, y tu acento.
Husmea mi camino y ven, Orestes.
Está la noche acribillada de ella,
abierta de ella, y viviente de ella.
Parece que no tiene palabra
ni otro viajero, ni otro santo y seña.
Pero en llegando el día, ha de dejarnos.
¿Por qué no duerme al lado del Egisto. (4)
Será que pende siempre de su seno
la leche que nos dio será eso eterno
y será que esta sal que trae el viento
no es del aire marino, es de su leche?

Apresúrate, Orestes, ya que seremos
dos siempre, dos, como manos cogidas
o los pies corredores de la tórtola huida.
No dejes que yo marche en esta noche
rumbo al desierto y tanteando en la niebla.

Yo no quiero saber, pero quisiera
saberlo todo de tu boca misma,
cómo cayó, qué dijo dando del grito
y si te dio maldición o te bendijo.

Espérame en el cruce del camino
en donde hay piedras lajas y unas matas
de menta y de romero, que confortan.

Porque ella -tú la oyes- ella llama,
y siempre va a llamar, y es preferible
morir los dos sin que nadie nos vea
de puñal, Orestes, y morir de propia muerte.
-El Dios que te movió nos dé esta gracia.
-Y las tres gracias que a mí me movieron.
-Están como medidos los alientos.
-Donde los dos se rompan pararemos.*
La niebla tiene pliegues de sudario
dulce en el palpo, en la boca salobre,
y volverás a ir al canto mío.*
Siempre viviste lo que yo vivía
por otro atajo irás y al lado mío.
Tal vez la niebla es tu aliento y mis pasos
los tuyos son por desnudos y heridos.
Pero ¿por qué tan callado caminas
y vas a mi costado sin palabra?

El paso enfermo y el perfil humoso,
si por ser uno lo mismo quisimos
y cumplimos lo mismo y nos llamamos
Electra-Oreste, yo, tú, Oreste-Electra.
O yo soy niebla que corre sin verse
o tú niebla que corre sin saberse.
-Pare yo porque puedas detenerte
o yo me tumbe, para detenerte con mi cuerpo tu carrera,*
tal vez todo fue sueño de nosotros
adentro de la niebla amoratada,
befa de la niebla que vuela sin sentido.
Pero marchar me rinde y necesito
romper la niebla o que me rompa ella.
Si alma los dos tuvimos, que nuestra alma
-siga marchando y que nos abandone.
-Ella es quien va pasando y no la niebla.
Era una sola en un solo palacio
y ahora es niebla-albatros, niebla-barco.
Y aunque mató y fue muerta ella camina
más ágil y ligera que en su cuerpo
así es que nos rendimos sin rendirla.
Orestes, hermano, te has dormido
caminando o de nada te acuerdas
que no respondes.

O yo nunca nací, sólo
he soñado padre, madre, y un héroe,
una casa, la fuente Dircea y Ágora.
No es cuerpo el que llegó,
ni potencias.

 


Notas

(1) En el original, Gabriela Mistral anota: "Comienzo" y aprueba el texto.

(2) "Ya está más muda que piedra rodada", "Ya está más quieta que piedra rodada".

(3) "Y cuando Orestes sestee a mi lado", "Y cuando Orestes sestee a mi costado".

(4) "Por qué no duerme al lado del Egisto", "Por qué no duerme su noche con Egisto".