MONTAÑA Y MAR


Ya me vuelvo a la montaña
que renegué por ingrata.
La niebla me va llevando
con manos desbaratadas.
Las cascadas me ensordecen
como unos pueblos que claman
y de dormida o despierta,
voy andando entre sus hablas.

Tras de pinares o rocas
dan señales de llamada
salamandra, águila, ciervo,
y caen las hierbas mascadas
y palpo cruza cruzando,
toco pellejos ariscos,
unas pechugas, unas nidadas.

Adonde llegué no están
ni trigos ni naranjales
solo son pinos severos
y una sola Patria blanca
y en el testuz de la sierra
los metales miran y hablan.
Si quieren volverme a ver
síganme los que me aman.
La espalda del mar ha huido
y nos turba su pechada
y no me alcanza su pérfido
vino que nos arrebata.

Cuando el viento sopla del este,
cierren mi puerta hasta que pase,
no dejen sal en mi boca,
y en pan y en fruta yo no la lama
y el que suba desde las costas,
olas no traiga en la mirada.
Lo amo más que a los que quise
y me arrancaron de unas playas
por darme en las serranías
olvido de mar y barcas.

Mas todavía lo escucho
aunque subí las montañas
y las subí por perderlo,
Rey Lear, ropas desgarradas,
curtidor cuyas señales
por no llevar su salmuera
llevo en frente y garganta
y no dejarlo que...
enteros mi cuerpo y mi alma.