LA HIERBA
Te voy a contar la hierba
de cabellera soltada
y latiendo y ondulando
como llena de palabras.
Es una niña en el gajo
y en el herbazal, matriarca.
Hierba, hierba,
hierba sólo
niño hierba arrodillada,
hierba que teme y suspira,
y que canta así postrada.
Pequeñita
hierba niña
voz de niña balbuceada.
Dulce y ancho es su fervor
y su voz es balbuceada.
El oscuro
ciclo mira
y oye a su hija arrodillada,
ya no son huertas sensuales,
mimadas y cortesanas,
locas de color y olor
y borrachas de palabras,
ya sólo es "Niña la Hierba"
"Ángel la Hierba", nonada,
una ondulación divina
y su alma balbuceada.
Niña
la hierba, doncella
la hierba, corta palabra,
dos tumos no más y el mismo
subir y ser abajada.
Un solo y largo temblor
mientras cruza aquel que mata
y el viento loco que se alza
y dobla por bufonada.
Cánsese
el viento, sosiegue
el cacique de las landas.
Sienta su temblor de niña
y duérmase en la llanada.
Sólo hierba, sólo ella
y su infinita palabra.
Las mujeres
le olvidaron
la voz pequeña y quedada,
el siseo innumerable
y la sílaba quedada.
Hierba del
aire querida,
pero hierba apenas siseada.
Pase el viento, escape el viento,
quiero oír a la postrada.
La oveja
le dice "Madre",
el viento le dice "Amada".
Yo no te quise doblar
con dedos ni con guadaña.
Yo esperaba
que callases,
Arcángel de manos alzadas,
para escucharle el respiro
de niña que gime o canta.
Pasta la
oveja infinita,
de tu grito atribulada
y una cubro con mi cuerpo
y parezco, así, doblada,
una mujer insensata
que ama a los dos, trascordada.
Todo lo quiere
arrasar
el Holofernes que pasa.
Ala vez ama y detesta
como el hombre de dos almas
y en el turno que le dieron
agobia y abate o alza.
Calla, para,
estás rendido
como está rendida mi alma.
Viento patagón, la hierba
que tu hostigas nunca matas.
Hierba al Norte, al Sur, al Este,
y la oveja atarantada
que la canta y que la mata.
Hierba inmensa
y desvalida,
sólo silencio y espaldas,
palpitador reino vivo,
Patagonia verde o blanca,
con un viento de blasfemia
y compunción cuando calla,
patria que alabo con llanto.
Verde patria
que me llama
con largo silencio de ángel
y una infinita plegaria
y un grito que todavía
escuchan mi cuerpo y mi alma.
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