LA GRACIA

A Amado Alonso.

Pájara Pinta
jaspeada,
iba loca
de pintureada,
por el aire
como llevada.

En esta misma
madrugada,
pasó el río
de una lanzada.
La mañanita
pura y rasada
quedó linda
de la venteada.

Los que no vieron
no saben nada;
duermen a sábana
pegada,
y yo me alcé
con lucerada;
medio era noche,
medio albada.
Me crujió el aire
a su pasada,
y ella cruzó
como rasgada,
por cara y hombro
mío azotada.

Pareció lirio
o pez-espada.
Subió los aires
hondeada,
de cielo abierto
devorada,
y en un momento
fue nonada.
Quedé temblando
en la quebrada.
¡Albricia mía*
arrebatada!


Nota

* "ALBRICIAS"

Albricia mía: En el juego de las Albricias que yo jugaba en mis niñeces del valle de Elqui, sea porque los chilenos nos evaporamos la s final, sea porque las albricias eran siempre cosa en singular -un objeto escondido que se buscaba- la palabra se volvía una especie de sustantivo colectivo. Tengo aún en el oído los gritos de las buscadoras y nunca más he dicho la preciosa palabra sino como la oí entonces a mis camaradas de juego.

La feliz criatura que inventó la expresión donosa y la soltó en el aire, vio el contenido de ella en pluralidad, como una especie de gajo de uvas o de puñado de algas, y en plural la dio, puesto que así la veía. El sentido de la palabra en la tierra mía es el de suerte, hallazgo o regalo. Yo corrí tras la albricia en mi valle de Elqui, gritándola y viéndola en unidad. Puedo corregir en mi seso y en mi lengua lo aprendido en las edades feas -adolescencia, juventud, madurez-, pero no puedo mudar de raíz las expresiones recibidas en la infancia. Aquí quedan, pues, esas albricias en singular...